sábado, 26 de enero de 2008

MALDITOS CARNAVALES

"Ay jaf a pitucaaa, ju lof mi alooor" suena por mis parlantes chinos de última generación mientras escribo este post. Y si, también me he encandilado furtivamente con la "tongomanía" que viene desatando histeria colectiva en el sufrido público peruano y en frágiles mentes como la mia. "Chispidanancrai, chispidanansofer, uayyyy, pituca lausss miii, if ayyy, just a chichero nomás". Acabo de verificar también, repetidas veces, como los videos de Tongo son los más vistos a través de youtube, y creo sin dudar que ya es un ícono de la desfachatez humana, o, a usanza del buen Bayly, dirigiéndose al gordo descomunal,"Yo quiero que tu conquistes el mundo, y que la civilización, tal como la conocemos, colapse".

Y asi, al ritmo de tongo, trato de ponerme feliz, intento reir un rato, aprender el "tonglish" y leer algunos blogs, como el del buen Garo o el de Luchito Armas. Y digo que trato de alegrarme porque hoy no fue un buen dia, no para mi. Se bien que el verano es sinónimo de alegría y de webeo, en otras palabras. Yo ni webeo ni salgo mucho, casi aborrezco la luz del sol y trato de resguardarme delante d
el aparato de aire acondicionado del negocio de mi padre o bajo la sombra de mi querido microbús. Pero hoy me pesó subirme en esa maldita chatarra, me jodió todo el esquema, me malogró todo, el micro y el verano, verano que antes disfrutaba jovialmente y con entusiasmo, verano en donde osaba mojar a las chicas con globos repletos de agua a la vez que las correteaba como un endemoniado violador. Hoy esos globos, lamentablemente, estuvieron dirijidos hacia mi.

A las 10 am regresaba de mi clase de manejo en el touring club, el calor azotaba con fuerza el cielo trujillano y el cansancio de estar sentado conduciendo el destartalado volkswagen gol por casi dos horas y el movimiento saltarín del peruvian ferrari crispaba los músculos de mis piernas. En ese momento no veia la hora de llegar a casa, ahora escribiendo esto hubiera deseado no bajar en esa fatídica esquina. Una cuadra separaba al paredero de mi hogar. Usualmente pago sin mirar al cobrador, y soy asi con todos, por resentimiento. Sucedió que una vez uno de su secta se burló de mi con la expresión "sauuu" en un momento que acomodaba mi largo cabello tratando de ponerlo en su sitio. Sinceramente no entiendo como el 99.9 % de ellos pueden ser tan burlones y grotescos, de lenguaje procaz y desagradable. En fin, llevaba esta mañana un libro en la mano derecha y mi maletín de lorna en la izquierda. Trataba de no mirar a nadie, porque bajo la sofocante ardentía solar todo me llegaba al pincho. Avancé unos metros. SPLASH - sonó el puto globo en mi hombro derecho, mojando gran parte de mi polo y mi cuaderno. PUM, SPLASH, BAM, REQUETEBAM - mierda, ahora tenía la espalda y el culo impregnados de agua. Jodidísimo busqué con la mirada a los desadaptados y vi que era una pareja de niños, ambos en bicicleta. "¡Chibolos de mierda! - grité con todas mis fuerzas. "¡Cabrones de mierda! - vociferaba exasperado. "Por la putamadre, que leche" - dije con resuello entre mis palabras. "Cuando crezcan la chibola será puta y el mocoso travesti" - pensé.

La escena fue advertida por una señora dedicada a la venta de escaleras, algunos borrascosos mecánicos que no paraban de descuajeringarse de risa y los carros que pasaban al borde de la pista con sus pasajeros seguramente diciendo: "Mira, lo mojaron al gordito, jaja". Joder, la próxima vez que vea a ese pareja de critters con baldes de agua y globos al acecho, no dudaré en meterles piedras en la cabeza o patearlos hasta el cansancio y procurar que aprendan que no deben mojar a aplicados estudiantes universitarios que llevan grandes libros en la mano y revistas porno dentro de estos.

Más tranquilo ahora y en la comodidad de mi precaria habitación, trato de asimilar lo pésimo de mi día. Repetí la pituca en inglés unas cuantas veces más, comprobando que es realmente una fuente de inspiración inagotable. El tipo no es humano, es un semi dios, quizá un dios, o un cuy gigante - dios, una basofia como cantante pero showman hasta no más. Cuando la voz de Tongo terminó por casi destrozar mis tímpanos, decidí lavarme la cabeza, estirarme un rato y volver a lo mio, osea Sabina, Marley, y rock de todo tipo.

El verano es para divertirse, salir a la playa, quemarse como camarones al sol, comer un cebichito, tomar sus chelitas, bailar en las discotecas y jugar carnavales. Sin embargo, yo no lo vivo así. No me gusta el sol, no me gusta quemarme como camarón, odio sacarme la ropa en público, prefiero el aire frio, adoro caminar bajo la lluvia, ver el atardecer en la terraza de mi casa mientras fumo un buen puchito, y también webear y bailar, pero dentro de mis cuatro paredes. No se metan conmigo, niños carnavalescos, se los imploro. Ya mojaron mi polo y mi pantalón favorito, además, tuve que poner a secar mi librito de reglas de manejo. Se los imploro, deplorables criaturas endemoniadas, si me vuelven a llenar de agua no descansaré hasta llenar a sus hermanas, pero por orificios pecaminosos.

Ahora, para seguir calentando el verano, les dejo un videito de Tongo cantando "The Pituca" en un nuevo idioma que ha sido denominado por los entendidos como el "Tonglish". A propósito, está subtitulado.

Nota del autor del video:
El tonglish es un idioma muy complejo que requiere de mucho estudio y mucha dedicacion para poder dominarlo. Aqui vemos al padre de esta nueva lengua que viene revolucionando al mundo de una manera impresionante.

miércoles, 23 de enero de 2008

¿VACACIONES?

Un hálito de rebeldía me embarga al escribir este post. Hoy es martes 8 de enero, son cerca de las once de la noche y acabo de regresar a casa. Salí tarde de clases y, debido a una lluvia casi torrencial que azotó la ciudad por unas horas, el tránsito se restringió en algunas calles, los microbuses avanzaban lentamente y yo me confinaba a su rodar pausado y amable (algo insólito en estos vehículos). Pero la pregunta es: "¿Por qué asisto a la universidad en verano, cuando el insoportable calor hace escollo de mi, cuando, además de estar muy entrado en masa -y grasa- corporal, tengo que aguantar toda clase de tareas, trabajos, informes, monografías, visitas a hospitales, entrevistas a pacientes, andar con mi mandil de carnicero y dormir cuatro a cinco horas diarias?. La respuesta a todo esto es que forma parte de un castigo impuesto por una misión que cumplí sin éxito y que comenté en un perdido texto anterior. Y he aquí mi resentimiento y cólera por estudiar en meses que son de desasosiego, de descanso, de leer las últimas novelas, de trabajos de medio tiempo y procaces chapuzones al mar.

El verano del 2007 adelanté cursos, y también por castigo. Sin embargo, esta parte del año fue divertida ahora que lo recuerdo. Los cursos eran fáciles, manejables, incluso amenos y ciertamente placenteros. Tuve tiempo de salir con mi círculo de pocos amigos a diversos antros de diversión, tales como: Prostíbulos baratos, night clubs de medio pelo, piscinas escondidas en lo más recóndito de la ciudad y cargadas de mujeres exóticas, casinos y tragamonedas de la perdición, bares de mala muerte, chifas que sirven un plato gigantesco de arroz chaufa bacteriano por la módica suma de dos soles y hasta me di el lujo de faltar a algunas clases por ver a una cariñosa amiga de aquel entonces. Realmente quisiera que todo eso - y más - se repita este verano, que lamentablemente se avizora cargado de trabajos, exasperante, casi demencial. Al haber adelantado buena cantidad de cursos en ciclos anteriores, no quedaban muchas materias en el banner, siendo estas de ciclos superiores, con docentes por demás exigentes y poseedores de un don divino consistente en poner exámenes difíciles y no cansarse de hacer preguntas. Ante esto no me quedó otra opción que inscribirme -a la mala- pues era parte del castigo que acato con amor, querido padre.

Este verano también es diferente por otra cuestión. Estoy laborando a medio turno en el negocio familiar, y me pagan un sueldo precario, pero bienvenido. No necesito trabajar, es cierto, pero creo que a la par que uno es remunerado, todo hijo está en la obligación de conocer lo que hacen su progenitores, el esfuerzo que demanda el trabajo y el aprendizaje que uno debe obtener de esto. Quizá a muchos les sobre el dinero, a otros, como yo, ni nos sobra ni nos falta. Pero hay mucha gente que no posee lo necesario para vivir, no tienen un hogar seguro, ni comodidades, no tienen agua, luz, y los hijos no tienen un blog e internet, osea no disfrutan igual que nosotros. Hagamos un acto de conciencia y analizemos si estamos haciendo bien las cosas. Aprovechemos la oportunidad que estamos viviendo y no la desperdiciemos. Pensemos que en esta vida nada es eterno y aunque suene a cliché, "todo se paga". Ni Schopenhauer, ni Descartes e incluso Nieztsche han podido objetar eso, asi que ya saben bad boys, déjense de webadas y trabajen o pónganse a estudiar de una buena vez. Y con esto no quiero que piensen que sólo me dirijo a la gente que tiene recursos, no. Creo fervientemente que las personas de escasa economía son gente bendecida, gente que ahora no tiene pero que despues gozará de mejores cosas. Y si ahora no disfrutan, no pierdan la fe en el futuro, sean optimistas, pujantes y muy trabajadores, como siempre se caracterizan, hermanos mios. Y ya que estamos en el tema, si desean hacer llegar algún reclamo por medio de este blog - aunque dudo que sea leído - pueden hacerlo (Mi blog es un blog revolucionario, se presta para la insurreción y la denuncia de las injusticias, ténganlo por seguro). Si piensan preparar alguna marcha de protesta, pedir mejoras en los servicios o conspirar contra la rica fauna salvaje política, no lo duden, yo me uno a su causa, a sus razones, porque la voz del pueblo es la voz de Dios, y tienen mi total apoyo, y el de este humilde blog.

Este verano va a ser monótono, desesperante y ciertamente más aburrido que el anterior. Sin embargo, sólo hay algo que me contenta: Con lo que me pague mi padre podré completar el dinero necesario para comprar mi guitarrita eléctrica y alucinarme Slash tocando el solo de november rain, emular a Hendrix y dar cátedra en el rhythm & blues o a lo mejor imaginar que soy Santana y hago ciencia en el latin jazz con samba pa' ti.

Feliz Verano 2008 a todos!

"Hay, hermanos, muchísimo que hacer..."
César Vallejo

jueves, 17 de enero de 2008

SI, LA AMO, ¿Y QUE?

Todas las noches duermo con ella. No puedo acostarme si mi amada no se encuentra en la eternidad de la cama y los placeres que ésta brinda. Confesaré que las noches son difíciles, demasiado melancólicas cuando no siento el calor de su cuerpito. Despertar junto a ti es una maravilla, algo así como lo que llaman "regalo del cielo". No se si existe dios, no me gusta pensar que es bueno y que es malo, pero si se trata de ti, puedo decir que los dias contigo son increíbles. Y si, te adoro, mi baby, mi linda, mi amiga, mi amor. Sabes que no hacen falta las palabras, basta con nuestras profundas miradas al ritmo de un corazón, mi corazón, que late por ti. Esto no es una confesión, ni un panfleto ridículo entre parejas. Prefiero decir que es un tributo al cariño que me brindas y a tu agradable compañía.

¿Recuerdas cuando nos criticaron por estar jun
tos? ¿Recuerdas cuando tus amigos se burlaron de ti y de tu tonto amor? ¿Recuerdas también cuando me sometí a las jodas de la gente, a la burla y la discriminación?. Nada de eso importa ya. Todo pasó al fin. Y te amo, ante la adversidad, ante mi desconcierto, ante tu mutismo y cadenciosa mirada, te amo, nunca lo dudes, y por eso también te imploro que jamás me dejes, que no enfermes, que nunca dejes de mirarme, que sigas añorándome con los brazos abiertos, como todas las noches al llegar de la universidad y lo primero que haga sea darte un beso. Te quiero como no lo hace nadie. Te cuido como ni tus padres te cuidaron. Te necesito como nunca lo habrías imaginado. Te arropo, te acerco a mi, dormimos juntos, tapaditos, muy cerca uno del otro. ¿Recuerdas cuando me encontraste llorando desconsoladamente? No hablaba con nadie, solo contigo. Tu me ayudaste a limar las asperezas, a sobrevivir al calvario que trae consigo la decepción, me di cuenta que entre tanta hipocresía existía un alma pura, alguien capaz de poner el hombro, de darme un beso y amarme, de sentir que estábamos vivos, tu más que yo, a pesar de tu inerte existencia. Contigo me sentí como en "11 y 6" del gran Páez, y no quise un millón de amigos, contigo era suficiente, recordamos "de cartón piedra" de Serrat y tu eras mi gloria vestida de tul, un tul verde claro ahora que recuerdo, excelsa, lindísima mi amor.

Hoy regresaré a casa, subiré a lo alto de mis aposentos y desde ahí me observarás cuando llegue, me acomodarás si estoy ebrio, serás mi
consuelo en las tardes de soledad, fumaremos juntos cuando intentemos filosofar y terminaremos riendo, seguramente, a solemnes carcajadas.

Ya lo dije, ya basta. Me da igual lo que piensen, si soy objeto de alguna psicopatología o si estoy al borde del colapso. Pero te escribo, porque lo mereces, porque nadie te dice algo bonito, porque no tuviste amor en tu niñez, porque eras una muchacha solitaria y extraña. Y te cruzaste en mi camino, y me siento feliz, eres p
arte de mi, y seguramente yo también de ti. ¿No es suficiente? Si, seguro que lo es.

La amo ¿Y qué?... Baby Bop, amiga de siempre, éstas líneas te pertenecen.

Con amor, tu Vitín

miércoles, 9 de enero de 2008

PARECIDO IRREMEDIABLE

Este post es relativamente jocoso para mí y quizá para todas las personas que buenamente lo lean. Mas aún teniendo en cuenta los últimos bochornosos sucesos ocurridos, efectuados, oleados y sacramentados por algunos “escurridizos” integrantes de nuestra jodida selección peruana de fútbol de la era “Chemo”. Si a primera vista ya no desean leerlo, no os culpo. Pero les informo que esta historia no habla de fútbol, no. Se trata de una comparación media chistosa que expondré a continuación.

Como he mencionado vagamente en algún post anterior, no soy un alumno destacado, ni estudioso y mucho menos esmerado. Claro, tampoco soy sinvergüenza, o no del todo. Lo que pasa es que no es de mi total gusto sentarme en un escritorio y estudiar, cuando en vez de eso puedo sentarme frente a mi vieja computadora y escribir. Ahora, ustedes dirán, ¿este tipo está loco? Si, posiblemente, les responderé, porque estudiando la carrera de Medicina, con la increíble cantidad de conocimientos científicos que uno tiene que asimilar, es como para estar loco el hecho de no estudiar lo suficiente. Y mi universidad no es tan mala que digamos. Para su mala suerte es privada y posee ciertos prejuicios de la gente (de este país), tales como: “universidad de brutos”, “de pituquitos”, o de “zánganos”. En verdad esto no es así y yo lo desmiento totalmente. No generalicemos por favor. Los zánganos somos pocos. Pero a lo que iba, en el área de Medicina, esta universidad ha destacado principalmente, pues, no sólo es la carrera que le brinda mas economía anualmente, sino que le ha dado logros en el ámbito científico y tecnológico, que obviamente, le dan realce a mi bien amada facultad en Trujillo y en el Perú.

Mi nombre es Víctor, pero todos me llaman “Vitín”. Estoy acostumbrado a ese ridículo diminutivo, de verdad, así que pueden nombrarme así. Es más, en mi DNI he firmado como Vitín. Y si, recién saco ese absurdo carné por el cual esperé más de 5 horas (sólo por tramitarlo). Realmente, cumplir 18 años en el Perú si que da cólera, no sólo por el DNI, sino por lo que le espera a los muchos jóvenes en este país con estabilidad económica a medias y un rumbo indefinido (por no decir indeciso). Personalmente no me falta nada y debo estar agradecido por eso. Corrección: Lo estoy, aunque mi madre se empeñe en decir que más bien soy un haragán y sinvergüenza. Y si, pues también lo soy en una mínima parte.

Tengo dieciocho años e ingresé a la universidad de dieciséis. Este 2008 debería empezar el tercer año de la carrera, llevar cursos tales como Patología o Farmacología y avanzar a paso firme, obviamente. Pero esto no va a suceder, porque soy el reflejo de un alumno fracasado que alguna vez debió estudiar pero prefirió la pérdida de tiempo y la mataperrada. Soy un alumno al que jalaron dos veces en cursos distintos –merecidamente- y que lamentablemente perdió (o mejor dicho se retrasó) un año de formación profesional. Mis amigos avanzaron, la mayoría incluso ya conoce muchas cosas del área clínica de la medicina. Yo no pues, porque me quedé, y ahora los veo con tristeza y añoranza.

El segundo semestre del 2007 fue desastroso, horripilante, catastrófico, indigno y vergonzoso para mí. A comienzos de dicho ciclo, pensando en aprobar todo y dedicarme de lleno a los estudios, me matriculé en dos cursos, SOLO DOS CURSOS, y que en créditos sumaban la cantidad de diecisiete. Mis padres me criticaron por la poca cantidad de materias pero yo argumentaba que así me iba a dedicar mucho más y que sería un mejor estudiante. Aceptaron. Al empezar las clases todo iba de maravilla –aparentemente- e incluso, estaba aprobando con notas mas que satisfactorias los primeros exámenes. Debo acotar que a mediados de la primera parte me retiré de un curso, o sea, terminé llevando uno. Los días transcurrían sin mayores problemas hasta que llegó el examen parcial. La noche anterior al examen estuve libando licor en una reunión familiar, confiadísimo en aprobar la prueba. “Voy a recordarlo todo mañana, no hay problema” –pensaba- mientras bebía con destreza en la fiestecita. A la mañana siguiente, en pleno examen, lo único que recordaba era que debía dormir unas 12 horas sino quería morir y que no debía vomitar delante de la gente. El resultado fue letal y definitivo: la nota que obtuve fue seis, en calificación vigesimal. Estaba con un pie y medio cuerpo dentro del aplazado. “Después de todo, me queda el examen final” –alucinaba confiadísimo- en los días que siguieron a mi primera debacle. Lamentablemente y por cosas que no vienen al caso, desaprobé el examen final, con una nota que prefiero no contar. En resumidas cuentas: FRACASO TOTAL.

Como era de esperar, me sometí a la crítica destructiva de mis padres, a la joda de mi hermano mayor y al total rechazo familiar. La depresión se había acrecentado en mi persona a raíz de todos los sucesos, mi vida se estaba volviendo un asco y ya no sabía si continuar estudiando. Me encontraba solo y desamparado, había sido reincidente en mis faltas, había deshonrado mi palabra de honor de no volver a jalar cursos, en resumidas cuentas la había cagado. Sin embargo, antes de perder toda esperanza, toda ilusión, decidí enfrentar mis miedos, decidí ser hombre de verdad: Decidí enfrentar a mi padre y hablar como dos personas adultas, y he aquí lo gracioso del post.

La noche en que decidí hablar con papá era más fría que de costumbre. Esperé a que llegara de su trabajo y, luego de cenar, sería la esperada conversación. Pasaron los segundos, los minutos, pasó la cena, y me acerqué a su habitación. Se encontraba de muy mal humor, como esperaba, y empezó el sermón. Lo acepté totalmente, pero también me daba rabia que no reconozca que había estudiado y que había asimilado experiencia. Y me daba cólera, pero me la tragaba. Al rato lloré, sus palabras eran feroces, sangrientas, muy dolorosas. Y es que mi papá es el hombre más bueno del mundo, pero cuando está de mal humor tiene un carácter de mierda. Y entonces, casi al término de la conversación, dió su estocada final: -mocoso de mierda, ¡eres como la selección peruana!”-. ¿La selección peruana? A simple vista causa gracia, pues si, pero a mi me causó asombro, mucho asombro. -“Sólo ganas experiencia, solo juegas y juegas, te vas de juerga y nunca consigues éxitos, nunca traes una victoria, solo crees ganar tu maldita experiencia”- fue lo último que papá dijo. Entonces comprendí lo que trataba de decirme y creo que para nuestros tiempos, esa comparación, puede ser considerada un insulto.

Dos días después mi padre se acercó a mi. Se disculpó por soltar frases tan denigrantes y me ofreció su total apoyo para lo que desee, dándome un abrazo y un beso en la frente. Me sentí conmovido por esto, y solo atiné a sonreír a ese hombre viejo con alma de niño, que sé que cuando tengo un fracaso, siente que también fracasa, y por eso ahora también te pido perdón papá, por ser un mal hijo, por no ser el Einstein que tu esperabas, por no ingresar a la nacional, por ser bohemio, y por ser haragán. Y te agradezco, por todo lo que me brindas, por todo tu amor y toda tu paciencia, y verás que este año será mejor, pondré de mi parte con mucha seriedad y sacrificio.

El día de la comparación “jocosa”, al retirarme de su habitación, me detuve a la altura de la puerta y, dolido por sus palabras y con lágrimas en el rostro, dije en voz baja y con tono burlón:

-“Papi, Papi, si soy de la selección peruana, ¿puedo ser Acasiete?

MELODÍA DE SOLEDAD


La melodía era bella. Habían pasado cuatro meses desde la primera vez que la vio. Los dulces golpes de las cuerdas dejaban sentir una música casi celestial. Su cadera parecía la prolongación de una guitarra, un canto de querubines, de ojos pardos oscuros y piel blanca.

Las inspiradas notas invitaban a pensar en la perfección de su cuerpo. En su rostro se dibuja una sonrisa al tiempo que la tenue luz del cuarto dejaba ver sus zonas más recónditas. Ahora se miran y recuerdan sus tardes caminando por el malecón. Él recuerda cuando su cabeza se recostaba sobre su hombro y la fantasía llegaba a su máximo punto de placer.

Su padre le había ordenado, sin derecho a replica, que abandonara el conservatorio. “La guitarra es un instrumento de vagos y trovistas sin beneficio” – le dijo. Franz aceptaba su condición de vago y holgazán, pero poco importaba si lo ojos oscuros de Constanze le observaban tocando la guitarra; ¿Era el mundo, a caso, una evocación armónica fluyendo en las manos de ella junto a las suyas? El padre de Franz, un tipo chapado a la antigua y disciplinado hasta no más, creía que el amor y los sueños debían dejarse de lado si uno quería ser exitoso en la vida. Constanze era el concepto de sus sueños más febriles, de sus tardes de cigarros, de piso frio y sollozos inusuales. Era su musa, un ángel gótico que descendía con sus enormes alas sobre su infernal vida: la vida – que él consideraba- desgarrada por su tradicional familia. “Franz cada vez tocas mejor. ¿Algún día compondrás?” “Te dedicaré todas mis canciones” “Eres un tonto. Solo me bastaría que te acuerdes alguna vez de mi”. Cómo él podría olvidarla. Incluso, la idea de fugarse se le pasó por la mente, sin embargo pensó que sería un acto cobarde. Su áspero padre quería que sea médico, como todos en su larga hilera familiar. Sin duda le aterraba la idea de aparentar en el futuro una personalidad falsa, mas su tristeza sólo podía ser aliviada con las palabras de Constanze por teléfono. “¿Qué harás ahora, me preocupas, sabes?” “Gracias, pero no tengo ni la menor idea de que hacer” “¿Y las canciones que prometiste escribir?” Silencio. “Ahora mi vida es una canción, vulgar y salvaje, donde solo se oye el llanto de un niño y el gruñido de fieras insaciables que desean liberarse de las ataduras que las sostienen” “Déjate de poesía, tontito, ah, creo que iré pronto para Trujillo” “Genial”.

La universidad empezaría dentro de dos semanas. La familia de Franz realizaba grandes preparativos para la tan esperada imposición de mandiles. Los tíos, primos, sobrinos médicos o estudiantes de medicina, toda la familia, se reunirían para conmemorar el ingreso del pequeño Franz “músico” a la correcta vida médica. Pensaba en Constanze a pesar que cada dos horas le enviaba un mensaje de texto a su teléfono móvil, mensaje tras mensaje, escribiéndose tonterías, tratando de apaciguar su aburrimiento por un lado, pero por otro, queriéndose con las palabras, sintiendo ese cariño indirecto que sólo te brinda el messenger o los mensajes de texto. Mensaje nuevo. Era el enésimo. “Llego a Trujillo este viernes”. Hoy es lunes –pensó Franz. Casualmente, el viernes era la imposición de mandiles. “Espero verte, me alegrarías mucho, te llamaré cuando llegue”. Emoción. Deseaba gritar la noticia con todas sus fuerzas, de pronto necesitaba una guitarra para cantar algo tierno, algo que termine de llenar su felicidad. Constanze llegaba a la ciudad y quería verlo a pesar del tiempo transcurrido. La alegría sólo fue interrumpida por las llamadas de su padre para que el sastre le tome las medidas de su nuevo guardapolvo.

El viernes comenzaría con bullicio. La familia se preparaba para la ceremonia, todos lucirían sus mejores trajes. Sonó un celular. “Estoy en casa”. Silencio cargado de asombro. Una suerte de sudor frio recorría cada centímetro de su cuerpo. “Que haces, porque no me hablas” “Hola, es que ando ocupado, que tal”. Su voz sonaba entrecortada y exasperante. “Bueno, prometiste que nos veríamos hoy, ¿no?”. Otro silencio al auricular. Franz quería verla de todas formas, aunque eso implicara faltar a la tan ansiada ceremonia. “Si no vienes no te atrevas a venir después”. Su voz sonaba como cuando alguien te obliga algo, medio en broma y medio en serio. Y el la amaba más. Cada silencio, cada palabra, cada entonación era un aura de alegría. Y salió raudo de la casa.

Pasaron quince minutos, para Franz dos largos días dentro de la congestión vehicular, la sonrisa mordaz y aterradora de los semáforos en rojo, la aparente lentitud de la avenida y las quince cuadras que lo separaban de Constanze: De su Constanze que le pedía llegar. “Llegaste, tontito”. Silencio. El tiempo pareció regresar de un insospechado callejón, de una larga distancia anónima para posarse sobre el pecho de Constanze, sobre ese pecho oscuro y pálido, a respirar. “Sí, te lo había prometido”. “Tontolín, deberías estar en tu imposición de mandiles”. Conspiraban entre si, sonriéndose lentamente. “Me siento mil veces mejor aquí que en la universidad, además, detesto a mi abuela, y ella me iba a poner el mandil, así que todo está perfecto”. Se miraron, ambos miraban al cielo, al jardín. “¿Recuerdas cuando caíste del balcón y lloré a mares?, fui a verte y te habías hecho el muerto” “Y…” “Y tenías en tu mano un girasol, y me lo diste y luego te di una patada”. Risas. Eran felices recordando, hablaban con premura, como si el tiempo se pudiera detener en algún instante. El tiempo, que a Franz siempre le sobraba, y que ahora suplicaba que se prolongase. Y caminaron juntos por los parques y avenidas, y se conocieron una y otra vez, queriéndose entre la solemnidad del silencio. No eran necesarias las palabras, el amor es irremediablemente silente. Y sentados en una banca sus labios se encontraron, delicados los de ella, ásperos los de el. “Te quiero” “Yo te quiero más” “Abrázame tontito”, un te amo para la eternidad. “Me gustas, siempre me gustaste” “No tienes idea de mi inspiración” “uhm, ¿Neruda? ¿Una chica?” “Una chica, de bucles inciertos y mirada fugaz, de risa cantarina, de labios de seda, de tardes por el malecón y mañanas recogiendo girasoles, de mojar los pies en el mar y recoger caracoles que luego pintaríamos con nuestros nombres para intercambiarlos” “¿Aún guardas el mío?” “Sólo porque te amo”.

Sus bocas se entrelazaron, se buscaron ciegas, guiadas por una música imperceptible de suspiros. Hasta descender sobre la cama, la de ella, llena de girasoles. Flores expectantes. En las paredes, guitarras colgadas, las de él, y sobre el lecho la comunión extensa de ambos cuerpos que empezaban a fundirse. El girasol tocó la guitarra hasta desaparecer en un aroma de sonidos, como desaparecen a la distancia los pétalos al viento.

Y Franz no regresó a casa. Apagó su celular desde que vio a Constanze y decidió pasar con ella una semana por demás espectacular. Por el dinero no hubo problemas ya que Constanze se encargaba de sus gastos. Era domingo por la tarde, mojaban sus pies a la orilla del mar mientras ella le dedicaba canciones de amor y él, versos sublimes desde lo más profundo de su alma que se perdían con la fría brisa y el canto de las gaviotas a lo lejos. El amor crecía a cada instante, a cada minuto mientras se volvía obsesivo, desesperante. Terminaron el día junto al calor de una fogata. Franz, apelando a su acreditado verbo, consiguió que le presten una guitarra para cantarle a Constanze sus versos prometidos, sus canciones escondidas en el baúl, empolvadas de ternura y sentimientos reprimidos. Dulces melodías. Ella le acariciaba sus cabellos, besaba la coronilla de su cabeza, lo abrazaba con dulzura y al ritmo de un sonoro “te amo” le apretaba las manos con fuerza, como temiendo que algún día se pudiesen separar. Pero fue Constanze la que se alejó. Viernes por la mañana. Franz había dormido en casa de su mejor amigo, no había vuelto a la suya desde que fugó por su amada. Toca el timbre. Silencio expectante. Y no aparecía.

Constanze no respondía a las llamadas. En su casa afirmaban que había viajado de urgencia. ¿A dónde? Franz iría hasta al fin del mundo, incluso lucharía con gorgonas y estaría dispuesto a hacer trato con arpías y grifos, con tal de volverla a ver. Nada importaba, ni el sonido de la guitarra ni los desesperados ruegos de su familia para que volviera. Sin embargo, Constanze parecía haberse desvanecido junto con los sonidos de su guitarra. Y fue entonces que de tanto preguntar por ella a sus viejas amistades, sin obtener ninguna respuesta, regresó a casa aturdido y melancólico, entre el llanto de su madre que en vez de alegrarlo, destruía más su aprisionado corazón.

Después de oír un tremendo sermón de su padre le informaron que un extraño paquete había llegado para él. “Está en tu cuarto” –le dijo su hermana menor. El paquete, de forma rectangular y forrado con un periódico viejo, lo esperaba sobre su mesa de noche. No tenía remitente, solo destinatario, solo un garabato que a las justas podía distinguirse como “Franz”. Empezó a abrirlo mientras una leve taquicardia invadía su torso. Era una caja larga y poco ancha, con una tapa encima, de color blanco y arrugada por sus seis lados. Al sacar la tapa sintió que su corazón latía con más fuerza que nunca, sus lágrimas comenzaron a discurrir por sus mejillas, lágrimas de amor, de redención. Sacó de la caja un hermoso girasol, con sus pétalos intactos, su aroma aún perceptible y el recuerdo del jardín de su musa: De la musa nublada dentro de su mente. Luego divisó dos caracoles pintados, uno amarillo y otro rosado, cada uno grabado con la inscripción “Franz y Constance”, el golpe de las olas llenaba su audición cargada de hermosas melodías de guitarra, sentía el olor de la brisa y el canto de las gaviotas, los pies de Constanze pisando los suyos y un abrazo fraterno frente al sol poniente que esperaba jamás se oculte. Un papel en varios dobleces finalizaba el contenido de la caja, al verlo Franz cayó arrodillado al suelo mientras llenaba la alfombra de gruesas lágrimas, su cuerpo se desvanecía leyendo el escrito, su alma se partía en pedazos con cada palabra, con cada sinsentido…

Querido Franz:

He decidido regresar. No preguntes como, ni cuando, tampoco me llames y no trates de encontrarme porque ahora debo estar muy lejos de la ciudad, quizás en otro país. Me fui porque esto no podía continuar. Te quiero muchísimo, y nunca querré a otro como te quise a ti, nunca me entregaré a otro hombre como lo hice contigo, pero así las cosas debían suceder. No quiero ser una distracción y que mucho menos arruines tu vida por mí, tienes todo por delante y solo espero que triunfes y encuentres la felicidad. Continua la carrera de medicina, te lo pido por favor, por todo el amor que aún siento por ti.

Te quiero, nunca te olvidaré.

Constanze G.

Al terminar de leer la misiva, su cuerpo se encontraba tendido en el piso, se sentía frágil, débil en demasía. Lloraba con tanta fuerza y gritaba por todos lados que terminaban por matarlo de a pocos. No entendía el porque ni el como. Se lo preguntaba mil veces, una y otra vez, y no lo entendía. Odió su vida, odió su infelicidad, odió la decisión de Constanze mientras sentía el lento desgarrar de su corazón…

OCHO MESES DESPUÉS...

“¡Que te vaya bien hijo!” “Gracias papá, así será”. Habían pasado ocho meses desde su separación con Constanze. Fue internado en una clínica local, visitó psicólogos y estuvo en reposo durante cuatro meses. Al final logró recuperarse a costa del semestre perdido en la universidad. Aceptó la idea de que debía estudiar medicina, había dejado de tocar guitarra (sin siquiera oponerse), había dejado de escribir canciones y poemas en la oscuridad. El fantasma de Constanze ya no lo acechaba, o al menos, eso creía él. Esa mañana Franz caminaba hacia la facultad, a una de sus dificilísimas clases de las cuales su padre se sentía orgulloso. En el camino se detuvo a mirar un jardín de girasoles, y sin entenderlo bien, siguió su camino llorando al compás de sus silentes pasos.

ACÁPITE: El cuento leído anteriormente lo escribí con Garo, durante varias noches extrañas y de alegatos interminables por el messenger. Una rendida pleitesía al romanticismo del girasol y las bellas melodías de guitarra.

* La imagen de la parte superior es la foto de un óleo de la artista plástica Mili Vega.

miércoles, 2 de enero de 2008

Manifiesto Chicha

Odio viajar en combi o microbús, lo dije en algún post anterior. Odio usar el transporte público, odio escuchar los gritos del cobrador, sus silbidos, sus piropos mal intencionados, su costumbre de burlarse de todos... y de todo. Odio que algunos anden sucios y harapientos (¡es un trabajo!, deberían tener pulcritud, no es mucho pedir), odio a todos los cobradores de micros y combis del mundo. Odio la música a todo volúmen que generalmente es "asco-ton" o cumbia. Odio al chofer, con sus indescriptibles giros al volante que fácilmente le pueden hacer la competencia a Ferrari o a McLaren, y claro, nos puede matar también. Odio a los pasajeros. Odio que suba gente que no se asea adecuadamente y que emane de sus cuerpos olores desagradables. Odio sentarme adelante, siempre atrás. Odio mirar como cojudo por la ventana del micro porque empiezo a recordar momentos nostálgicos de mi vida y ocasionalmente lloro. Odio que el carro emita sonidos chirriantes, toscos, fuertes, como si el motor se estuviera quejando constantemente. Odio levantarme y saber que mi padre sólo me dará 2 soles para todo el día, y claro está, tenga que subirme a un microbús. Odio este país, pero deseo su mejoría, el cambio para bien. Odio la ineficiencia de los servicio públicos. Odio la ineptitud de ciertos trabajadores estatales y odio las colas. Odio al ministro de transportes. En realidad odio a todos los ministros. Odio al presidente. Odio que no exista un metro, y cojudamente, aún piensen algunos en hacer un tren eléctrico.

Envidio el orden chileno. Sí, asi es, y no tengo miedo de admitirlo. Conozco Chile y puedo hablar con conocimiento de causa. La gente es agradable, ordenada, las calles limpias, la gente respeta las normas, los choferes no matan gente a diario, los cobradores no coimean a los "carabineros" y todos respetan las normas de tránsito. También envidio la capacidad de sus empresarios, su despliegue financiero, su visión a futuro y su amplio mercado ganado por diversos países de América, de modo que, no soy un absurdo chauvinista que vive con la tonta idea de "comprarle al Perú" y no a Chile, pero claro, compra su ropita china en Saga (que es chileno), ¡eso si!. Odio subir a un combi y ver que sube alguien inmenso, de gordura pantagruélica, que quiere sentarse como si nada a pesar de ocupar unos 3 asientos, y que encima, huela mal. No soy racista, no soy altanero ni vanidoso, sólo expreso mi odio contra este sistema que no debería ser así. No pertenezco a zonas residenciales, vivo en un barrio clasemediero, de gente de trabajo, de esfuerzo, como la mayoría de peruanos, y sin embargo, odio el transporte público, lo odio con todo el soplo de mi vida llamado alma.

Intento ser indiferente con el niñito sucio y pobre que sube al carro, y no puedo... Lata de leche "gloria" en mano y un palito de madera canta "muchacho provinciano" o "gata fiera". Lo veo y sucumbo ante su sufrimiento, y le apoyo (aunque a veces sin querer), y me enternezco, pienso que pude haber sido yo el que suba a cantar y, claro está, me alegraría mucho que me den algunos centavos por mi espectáculo. Los cristianos, a quienes dejé de frecuentar hace algunos años, dicen que Cristo está en cada uno de nosotros y que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Yo me pregunto, ¿Acaso Jesucristo canta los mix del grupo 5 o Chacalón en algún combi de las rutas celestiales? ¿Acaso "chapa" su latita de duraznos en algún basurero, recoje un palito que caiga de un árbol y se pone a hacer las de percusionista como el mismísimo Tito Puente? La respuesta es: No se, que lo demuestren sus fieles ayayeros. Si ese niñito pobre, que encima es gago, tiene exoftalmos y retardo mental, está hecho a la imagen y semejanza de Dios, pregunto: ¿Acaso no es un mal padre dios? ¿ dios es gago? ¿dios tiene ojos saltones que a simple vista generan rechazo? ¿dios tiene retardo mental? Al parecer si, porque hace cosas tan destructivas a la humanidad que parecería que somos la creación que más odia, claro, tomando en cuenta que él nos creó.

Odio el transporte público, odio los microbuses,
colectivos, combis y demás. Sin embargo, no es un odio "racista" (que está de moda en este país), no. Es un desprecio por mi naturaleza ermitaña, jodida, intolerable e inentendible, por mi egocéntrico deseo de que las cosas sean a mi modo o como yo pienso. Es un odio a esta gran ramera que es el sistema de transporte en el Perú, debido a la falta de orden, de rectitud, de ordenanzas serias y justas y de valores éticos que nos permitan ser mejor y a ellos brindar un mejor servicio. Sin embago, no todo es malo: Cuando te subes a uno de éstos medios conoces la realidad del país. Se los digo porque viajo en ellos todos -o casi todos- los días. Ver al niño sentado en las faldas de mamá y ésta de repente preocupada por la búsqueda de algún puesto de trabajo, preocupada por el pan del día a día, ver al estudiante apurado que se quedó dormido y lee recién en el carro, ver a los enamorados besándose sin tapujos, ver a nuestros hermanos del campo subirse al combi y conocer la ciudad, mirar y mirar por la ventana como cojudazos (como yo) y ver a los cientos de trabajadores que usan este medio popular (tan mío como tuyo) sin el cual el Perú no sería el Perú.

"Mientras haya hombres de primera y segunda categoría... ¡yo seguiré gritando guerra!"
Bob Marley
Post dedicado a Inés F., que, como yo, comparte el odio al combi y al microbús.