jueves, 26 de junio de 2008

MAS SOLO QUE NUNCA


Recuerdo mucho las tardes en casa de Joaquín, escuchando reggae y delirando cuando en su vieja grabadora sonaba "Movin" de Don Carlos. Recuerdo que nos poníamos a bailar como locos, tarareando la canción, imaginando que tocábamos; él batería, yo la guitarra, y fumando marihuana escondidos en su baño. Sólo teníamos diecisiete años. Y vaya que era un poco loca nuestra vida.

En especial mi vida. Solía beber con frecuencia y refugiarme en los brazos de insensibles mujeres que por unos billetes fácilmente se podrían convertir en tu esposa. Papá me daba mucho dinero, lo suficiente para hacerme pensar que su ausencia en casa se compensaba con mi elevada economía. Pero se equivocaba. En realidad sólo me estaba aniquilando más. Pero que más podía perder, me preguntaba a diario. Una vida sin sentido no es más que eso. Por eso poco me importaba mi salud, o los sentimientos de la gente a mi alrededor.

Las tardes, a la salida de la academia, Joaquín me esperaba en la esquina, listo para empezar nuestra auto destructiva faena. Si lográbamos conseguir un poco de cocaína sería un buen día. Luego iríamos a un parque, lejos de nuestras casas, sobretodo los de las urbanizaciones donde vive la gente "elegante", y empezaríamos a aspirarla toda. Quizá después vendrían prostitutas, más droga, o mucho alcohol. Llegaré tarde a casa y escucharé sollozar a mi madre, como todas las noches, sentada en la gran cama que papá compró cuando llegaron de su luna de miel, hace diecisiete años. Ella duerme sola desde hace mucho tiempo. Y ya no se si llora porque mi vida se está destruyendo o por las falsas promesas del hijo de puta de mi padre.

La noche en que todo se fue a la mierda estaba encerrado en mi cuarto, con la mirada perdida y la mente en otras galaxias. Los gritos de mis padres eran incesantes. Mi hermano se metió en la discusión y no tardó en recibir varios golpes de papá. Entonces, golpeó también a mi madre y se fue. No volví a saber más de él. Solo envía cartas y a mi en particular algunas fotos de su nueva familia, seguramente porque para él siempre fui su mejor hijo. Y es que yo jamás le recriminé algo, ni siquiera iba en su contra. Todo me daba igual con él, por lo que veía en mi a un aliado más que a un rival. Y desapareció con su dinero, sus propiedades, su trabajo y sus pedanterías que ya tenían jodida a toda la familia, menos a mi.

Joaquín me espera afuera. Le pedí a la enfermera que le haga pasar cuando termine de escribir este panfleto. Hoy me dan de alta y me llevará a su casa. La terapia de rehabilitación no ha sido exitosa. Las enfermeras y los médicos no pueden conmigo. Mi psiquiatra dijo que no sirvo para nada, perdió la paciencia. La cocaína que inhalaba a escondidas por las noches me reiteraba lo mismo. Saldré al mundo de siempre, la ciudad absorvente y las calles eternas de eterno divagar. Será más de lo mismo, más solo que nunca.

[-_-]

Don Carlos - Movin

sábado, 21 de junio de 2008

SALVEMOS A LA SELECCIÓN


Tengo 18 años y aún no he visto a Perú en un mundial.

Tengo 18 años y solo vi decepciones en mi selección.

Tengo 18 años y ya sentí verguenza por mi país.

Tengo 18 años y me da cólera que chicos de mi edad, en Italia, o Alemania, o aqui nomás cerquita, Argentina, estén diciendo: "Mi país siempre va al mundial. Nunca deja de ir".

Por eso, invoco a la gente a visitar:

http://www.salvemosalaseleccion.com

Y unirse a la noble causa de retirar a los comechados de la federación peruana de futbol, comandados por Burga, el mayor sinvergüenza del Perú.

ENTRAR A LA PÁGINA, DEJAR SU VOTO, SU COMENTARIO Y SUS DATOS. TODO SEA POR LA MEJORA Y LIMPIEZA DE LA SELECCION.


A continuación, el triste lamento de un hincha - poeta peruano. Jocoso, pero lleno de indignación y vergüenza.


A GOLEADAS APRENDI
Por: Luis José PV H / Victor Silva
Enviado el: Viernes, 20 de Junio de 2008 04:18 p.m.
Para: salvemosalaseleccion.com
Asunto: A goleadas aprendí

Con cariño para nuestra selección.

Algo sobre los últimos resultados de nuestra "Gloriosa selección Nacional"


A goleadas aprendí
mi labor de hincha fatal
con la selección Nacional
del país donde nací.

Tener a Perú en un mundial
No lo vi ni en mi niñez
Todos nos ganan de a seis
Sin sudar la camiseta

Yo creo que la derrota
La sembró Burga desde aquí:
colocando a un arlequín
en vez de un técnico certero
y hoy nos ganan 6 a cero...!
!A goleadas aprendí!

Para qué el razonamiento
Ni con matemáticas te veo
sin mediocampo no creo
Ni arañando el quinto puesto.
Lo de Uruguay ya ni te cuento

Pues, para colmo de mal,
Esta es la voz general:
¡Otra eliminatoria perdida!
Dejando otra vez jodida
Nuestra chance hacia el mundial...

¡Campeones en valses y boleros!
¡Reyes del "casi" y de la huasca!
¡Pero haciéndose "la caca"
cuando le juegan en serio.

En definición: cero.
En defensa, igual.
Esta es historia real
Todo parece ya escrito
mejor me nacionalizo
para llegar a un mundial...

Con esa cifra mezquina
Terminó mi anhelo franco,
y aunque se juegue de blanco
No llegamos ni a la esquina...

Y hoy, sentado en la cantina
Lloro el tiempo que perdí:
Viendo partidos tan malos
De 11 camisetas sin huevos
mejor me dedico al surfing
que con Sofy sí la ví......!!!
¡¡¡ QUE VIVA EL PERÚ !!!

GRACIAS POR TOMARSE LA MOLESTIA DE LEER ESTE POST.

martes, 17 de junio de 2008

NOSTALGIA

En la terraza de Ana Claudia fui feliz.

Llegamos tarde aquel día. No tenía donde dormir y no quería llegar a casa. Ella me llevó a la suya. Me ofreció leche, pan, café. Yo expectaba el ritual. Comimos juntos. Y aunque no fue igual que cuando engullíamos hamburguesas en la esquina de su cuadra, en su hogar respiraba tranquilidad y podía sentirla cerca de mi. Más cerca que cuando el frio palpita tus sienes y quieres dejar todo a un lado para entregarte a la muerte.

- Subamos a la terraza - dijo.

Y juntos contemplamos el cielo de la noche. Pasamos mucho tiempo así, sin hablar mucho, con la mente en otros lares.

Ella me había escogido, desde hace ya tiempo. Me lo dijo una tarde. Tambien la amaba, y por eso prometí nunca dejarla.

Desde la terraza se podía divisar una vieja ponciana. Empezaron a caer suaves gotas de lluvia. El árbol estaba hermoso. Ella compartía mi opinión. La amé.

Y fui feliz. Fuimos felices.

Me gusta caminar por la pista, porque me recuerda que en días de lluvia, mientras todos entren a sus casas a resguardarse, yo saldré a andar por el centro de la pista, y me mojará la lluvia y su melancolía. Y no tendrá piedad.

Nisiquiera ella puede aliviar mi tristeza. Pero inexplicablemente me hace feliz.

¿Puede desarraigarse un poco la tristeza?

Si, en la terraza de Ana Claudia. Donde fui feliz.

lunes, 9 de junio de 2008

COSAS DEL AMOR

Sucedió que me enamoré profundamente de L. No la conocía mucho y tampoco me importaba conocerla más. Solo sabía que me gustaba y que me había enamorado locamente de ella. Resulta que, sin querer, compartíamos los mismos turnos de clases y pertenecíamos a los mismos grupos de trabajo. No hacía mucho que empezó el semestre en la universidad. Era inevitable verla de un modo distinto al que veo a la gente. Procuraba que no se diera cuenta que la poseía con la mirada, que me insinuaba de una manera un poco estúpida. Y es que no se cortejar a una mujer. Y cuando lo intento siempre me va mal, no confío en mi. Y mi mejor amiga dice que las mujeres detestan a los hombres que no tienen seguridad en si mismos. Espero conocer a una mujer igual o más insegura que yo.

Se me ocurrió que podría ser galante enviandole cartas de amor y llamativos regalos. Y es que se que jamás podría hablar frente a frente con ella y denotar mis preciados sentimientos. Es así que envié una primera carta, larguísima, insinuante, pero carente de pistas y que en cierto modo no reflejaba lo que en verdad sentía. Quizá no encontré las palabras exactas o frases que calcularan aproximadamente un poco de mi sentir, sin embargo, supe que le gustó.

Lo que siguió fue un regalo. Era el segundo paso. Que mejor que unos sabios y deliciosos chocolates. Fui a Wong y compré la barra de chocolate más grande que tenían. El precio era una locura, pero para mi si que valía la pena. Se los hice llegar gracias a una desinteresada amiga y que espero nunca le diga que fui yo quien se los envió.
El resultado fue asombroso. L le contó a todo el mundo sobre esto, excitadísima y al borde de la demencia de tanta alegría. Hasta a mi me lo contó una tarde saliendo del laboratorio de fisiología.
- Joaquín, mira mira, tengo un admirador secreto.
- Manya que chévere. Quien como tu - dije, ruborizándome un poco.
- Me ha regalado chocolates, están buenazos. ¿Pruebas uno? - alcanzándome la barra, que se encontraba casi a la mitad.
- Gracias... si, están buenazos.

Debí haber comprado otra barra para mi.

A la semana siguiente, cuando estaba a punto de comenzar la tercera etapa de mi plan, apareció A.

A era una ex enamorada y buena amiga mía. Nos encontramos a la salida de la universidad, una noche de mayo. No la había visto hace como tres meses. Estaba guapísima y llevaba puesto una blusa celeste que le quedaba excelente. Su peinado, estilo emo, le quedaba lindísimo. Me pasó la voz e inmediatamante le regalé un abrazo tan fuerte que creo le hice daño. Resolvimos en ir a caminar y conversar. Llegamos a un parque de la urbanización California, tenuemente iluminado y con poca gente. Buscamos una banca y seguimos platicando.
- Que linda estás. Ha sido una total sorpresa verte hoy.
- Para mi también. Contigo la paso lindo.
Sonreímos y no abandonamos las miradas.
- Y dime, estás con alguien?
- En realidad, no estoy con alguien desde que terminamos. No he tenido tiempo para enamorarme.
- No necesitas enamorarte. Puedes probar y listo. Seguro que hay un montón de chicas que quieren estar contigo, un intelectual estudiante de medicina.
Risas.
- ¿Tu estás con alguien? - pregunté.
- Estoy sola. Desde hace ya buen tiempo.
- Caray...
- No, normal. No me apresuro por tener enamorado.

Pasó media hora de conversación. Nos acercamos de tal manera que pocos centímetros separaban nuestros rostros.
- Te he extrañado mucho, A.
- Yo tambien.
Y nos besamos.

Me sentí bien. Volver a sentir la delicadeza de sus labios y su exquisitez fue estupendo.

Acompañé a A a que coja un taxi. Nos abrazamos en la esquina de una calle poco concurrida. No nos atrevíamos a soltarnos. Entonces, sucedió algo un poco inesperado.
- Oye, Joaquín... ¿Puedo preguntarte algo?
- Claro, lo que gustes.
Entonces, noté que se abochornó.
- Dime nomás - le dije, expresando seguridad.
- ¿Y si volvemos a estar? - preguntó.
- ¿Que?
- Que si estarías conmigo.
Y en lo primero que pensé fue en L, echada en su suave cama y leyendo la carta que le había enviado, imaginándose amada por su admirador secreto mientras juntos compartían una inmensa barra de chocolate.

La respuesta, no tan obvia, fue un si. Nos abrazamos con fuerza. Prometí ser un buen enamorado. Ella no paraba de sonreír. Mi cabeza era un tumulto de sensaciones y sentimientos confusos. Creí que la había cagado. En parte si. Faltaba más.

Días después, A viajó a Lima, y tuve el tiempo suficiente para pensar bien las cosas. No quería terminar con A, pero tampoco la quería como ella a mi. Pensaba en L constantemente, y eso no era saludable para la relación. A era una buena persona, conocía mis gustos, trataba de que me sienta cómodo con ella, que no me falte nada. Pero no podía mirarla con la misma ternura con la que miraba a L. Eran cosas diametralmente opuestas.

Y me sentía como un cobarde. Sabía lo que debía hacer y sin embargo, obstinado y lujurioso, continué con la farsa un tiempo más.

Al cabo de unas semanas, decidí que lo mejor sería terminar con A. Había recapacitado. Y estaba listo para hacerlo. Le envié cuatro mensajes de texto, suficientemente explícitos y sin opción a dar marcha atrás. Su reacción no se hizo esperar. Me llamó muchas veces, pero no contesté al celular. Sus mensajes ya no eran cariñosos, llevaban frases cargadas de odio, hasta de sed de venganza, diría. Traté de olvidar lo sucedido, debía efectuar la tercera etapa de mi plan para conquistar a L.

Es así que le envié una segunda carta, más explícita, más romántica, usando frases que solía usar en mi hablar y que le podían dar más pistas de mi. Esta vez pedí que respondiera a la misiva. Pero no lo hizo, y me extrañó mucho. Firmé con dos letras de mi nombre, y ahora se que supo que fui yo. Pero su actitud cambió desde entonces. Ya no me hablaba en clases, y se alejaba lo más rápido posible al término de las prácticas de laboratorio. Pregunté que le sucedía, pero nadie me daba razón de su actitud. Entonces me di cuenta que lo hacía por alejarse de mi. Pero me resistía a abandonar la idea de cortejarla. Me resistía, hasta que llegó un mensaje a mi celular, L era quien lo enviaba.
"Hola amor, hoy no puedo salir, tengo clase de anatomía. Mejor me vienes a ver en la noche y cenamos un chifa. Ah, Alex, dice Juanca que lo llames. Te quiero amor. Besos te me cuidas"

Se había equivocado de destinatario o lo hacía para que me aleje de ella. No lo se. Solo recuerdo que cuando terminé de leer, postré mi cabeza sobre la almohada y rompí a llorar en silencio.

No volví a hablar con L. Y tampoco se nada de A. No se que es de mi. Y no se si sobreviviré. No tengo ninguna idea clara y tampoco quiero que algo se esclarezca en mi.

La depresión y el desamor van de la mano. Mi cigarro también.

[u_u]

Joaquín Sabina - Aves de paso