jueves, 25 de diciembre de 2008

Huellas

Una frágil y temeraria noche nos sorprendió.

Nuestros cuerpos, desnudos, hablaron. Y se comprendieron. Nunca nos había pasado algo similar.

Comunicación no verbal, pensamientos abstractos, miradas fulminantes y sudor salpicando. En la cama reposamos felices, nuestros rostros se entendieron a la perfección. Tu mano sobre mi pecho y tus labios dejando descifrar un "te amo" entrecortado.

Sin saber muy bien cómo, me entregué a ti, a tus largos brazos de serpiente, que me abrazaron y me devoraron, como lo habrían hecho con su indefensa presa.

La felicidad se apodera de mi alma mientras te escribo. Te lo digo cada vez que me siento en el escritorio de mi cuarto -si, el que da a la ventana- y que nos muestra las sucias y viejas calles. Pero no me crees.

Entonces, ¿de verdad me amas?

Nunca has respondido con palabras, más sí con besos. Cálidos besos que me encienden todo el cuerpo, centímetro a centímetro.

Y el vino, las copas, los cigarrillos...

El "te quiero". Si, te quiero, desde lo más hondo de mi ser.

¿Tiene límite el amor?


¿Tiene?