En ese entonces yo era muy precoz, tenia solo 12 años pero me gustaba juerguear y disfrutar con mis primos y amigos mayores en mi hogar del balneario de Huanchaco. Olas, sol, tranquilidad, desenfreno juvenil y una amplia gama de especímenes fabulosos con cuerpos increibles y rostros hermosos: mujeres, bueno, con ilimitadas excepciones. Era un dia de setiembre, cayó la noche y solo habiamos sobrevivido un pequeño grupo unido por la algarabía del momento (seré sincero, estuve jugando play station toda la tarde y no bebí nada, además, me daba miedo emborracharme, no tiene nada de malo, no?), en fín, era ya de madrugada y la cerveza no existía en nuestras mentes (porque se había terminado), y el buen ron se pasaba con destreza de mano en mano. Lo recuerdo como si fuera ayer, uno de mis primos de nombre Beto se levantó torpemente y puso en el equipo de música un CD que sacó de su mochila, el grupo: UB 40.
No voy a mentirles, me encantó demasiado la musica, el sonido tan pegajoso y la armonía con la que saxofones, trompetas y trombones entraban tan suave y delicadamente en la melodía, los dones vocales del cantante, el mensaje de paz y tranquilidad, así como las ironías de la vida y la protesta y lucha del día a día, eso sumado al suave ritmo que te invita a bailar, o mover tu cabeza y agitar tus labios al expulsar una bocanada de humo (hierba o cigarro, igual da).
Asi sentí por primera vez al reggae, fantástico.