jueves, 21 de mayo de 2009

Pedro y su historia.

Mientras su esposa e hijos duermen apaciblemente, Pedro escapa de casa y, vestido como Batman, recorre las calles del centro de Trujillo buscando malhechores, delincuentes y toda clase de gente que irrumpa en la paz de los demás.

De niño siempre quiso ser super héroe, y sus padres se lo impidieron, obligándolo a estudiar economía, profesión que ellos ejercían con ahínco.

Ahora Pedro, a los cuarenta y tres años, dos hijos y un trabajo estable, cumple su sueño por las noches, y los beneficiados con su valiosa ayuda bien saben reconocer su trabajo y enorme solidaridad. Se toman fotos con él, lo adulan, agasajan y ya no necesitan leer comics ni ver sórdidas películas de ciencia ficción para imaginarse a un súper heroe.

Pues Pedro es el súper héroe ...y nunca les abandonará.

miércoles, 15 de abril de 2009

Mundos

Entonces, se acercó un individuo al final del túnel. Lo recuerdo bien, miraba expectante. Sacó del bolsillo de su abrigo un revólver y disparó al aire tres veces. De pronto, cuatro tipos se aparecieron de la nada. Vestían largas capas negras e iban enmascarados. Se juntaron con el tipo de los disparos, y luego de saludarse con una reverencia rara y desconocida para cualquier mortal, invocaron a algún demonio o cosa parecida. Un brillo colosal me cegó, y mientras el resto de la ciudad desaparecía ante mi vista, sentí como se me desvanecía el alma. Lo último que alcancé a ver fue una luz roja intensa, llamas alrededor de un hueco enorme que se abría en la tierra, y una figura inmensa con barbas blancas y ojos enormes.

Cuando desperté, ya no era el vagabundo que suele dormir bajo un puente. Me encontraba frente a un oasis inmenso y a mi alrededor mucha gente feliz, cantando en una lengua extraña y con atuendos blancos como copos de nieve.

El demonio gigante de barbas blancas y ojos inmensos salió a mi encuentro, me recibió con afectuosidad y me invitó a disfrutar de sus tierras y a comer la carne de sus animales. Fue entonces cuando me di cuenta que había llegado al paraíso.

martes, 24 de febrero de 2009

Palabras en silencio.

Suena el celular.

No se si contestar. Silencio la llamada y ella sigue timbrando. Y yo tiemblo con cada vibración del asqueroso aparatito.

Y es que cada palabra que dice me hace recordar el suave aroma de su piel. Es algo inaudito.

El celular suena por segunda vez. Aún no se si contestar.

Recordé muchas cosas. Las tardes a la orilla del mar, las fotos que tomabas con ahínco y mi expresión desdeñosa, el atardecer frente al malecón, los hoteles baratos, los caros, las decenas de vinos que extraía del bar de mi padre y que terminábamos libando con furia. Las caricias bajo la sábana, el te amo con locura, el te amo con aburrimiento, el te amo rutinario.

El celular suena por vez tercera. Mi pulgar derecho, mecánicamente, se dirige al botón "silenciar".

Y ya no quiero silenciar nada. Tu piel tersa, los besos encendidos, las palabras al oído y toda la sarta de mentiras que nos dijimos en tan corto tiempo. El amor no tiene objeto, ni control, ni destinatario. Nos entregamos a una pasión tan fuerte, tan calurosa, que cuando ya estábamos achicharrados por completo, todo terminó. Así de simple.

La luna se torna muy luminosa. He fumado 13 cigarros admirando la belleza del satélite. Me puse cómodo y, bajito, despacito, la borrascosa voz de Sabina me decía que "como un pato en el manzanares", así estoy yo sin ti.

El celular ya no volvió a sonar.

Y ya no habrá caffé, no habrá remembers, no habrá piquitos ni cine ni tardes ni noches ni locuras ni encuentros fugaces.

... pero que no daría yo por contemplarte, aunque fuera un solo instante...