lunes, 8 de octubre de 2012

Vivir sin motivo no es vivir.

Cuando entré a la universidad, la verdad no tenía tanta ilusión ni ganas. Acababa de abandonar el conservatorio de música, en la especialidad de saxofón, para poder dedicarme a los estudios de Medicina Humana. Recuerdo que justamente la primera clase de la universidad, la de biofísica, se cruzaba en horario con mi primera clase en el conservatorio. Nadie influyó en mi decisión, nadie me puso una pistola en la cabeza para obligarme a que vaya a tal o cual clase. Para alegría de muchos, escogí ir a la clase de biofísica, aunque lloré de cólera después; que yo recuerde, ese fue mi primer alejamiento de la música.

Estoy escribiendo después de mucho tiempo, algo malo me ha sucedido, y comencé a reconsiderar ciertas cosas en mi vida. Vivir para ser infeliz no es bueno. Y lo peor es que el tiempo es la única cosa que jamás se recupera.

Cuando cumplí dieciocho años abandoné la universidad. Terminaba el tercer ciclo, y con buenas notas, pero atontado y con tantas dudas y confusiones como puedan caber en mi cabeza. Viajé, conocí lugares, y me metí mucho más de lleno en la música, más de lo que pude haber estado antes. En ese año que no estudié, viví y aprendí, gozé mucho de mi banda y de muchos placeres, pero me di cuenta también de que no se pueden hacer dos cosas a la misma vez, y al año siguiente volví a la universidad, de la misma forma que cuando inicié, sin influencia de nada ni nadie, sólo yo y mis decisiones.

¿Por qué nos formamos profesionalmente? me preguntaba y me pregunto siempre. Lo que mis padres solían decir, era que estudiábamos para ser algo en la vida, para poder tener un sueldo digno y vivir cómodamente. ¿Es así en realidad? no lo se. Conozco muchos casos de éxito, de médicos que realmente viven su profesión a mil por hora, que aman salvar vidas, aman ayudar y dar soluciones a los problemas de salud. Cuando los veo siento mucha admiración, y en ese momento en mi cabeza la meta es ser como ellos. O cuando veo algún video de Paquito D'Rivera, Marienthal y un sinfín de músicos, que me llenan el corazón de tantas emociones que lo único que pienso es en estudiar música para tener un nivel siquiera cercano al de ellos, o escucho algún buen tema de reggae, me digo a mi mismo que quisiera escribir una canción tan buena o mejor como la que acabo de escuchar.

Sin embargo debo confesar que aprendí a querer mi profesión estando ya en ella. Cuando empecé pensaba que la universidad era como la pintan en las series americanas, fiestas de la fraternidad, perder el tiempo y joder, pero con el pasar del tiempo entendí que era mucho más que eso, y comencé a dedicarme más, a meter más esfuerzo al estudio. La música siempre estuvo ahí (y siempre estará). Nunca dejé la música, incluso cuando me metí más de lleno en los estudios. Mi guitarra, mi saxofón, siempre me acompañaron, ya sea para escribir canciones o para tocar en el Chaska rodeado de punkis, locos y gente hermosa, gente de la escena.

Seré médico cirujano, pero músico soy desde que nací. Mi abuelo paterno fue músico hasta su muerte, cuando dejó a mi padre huérfano de ocho años. Tocaba en la banda de la guardia republicana, en la ciudad de Lima, y era poliinstrumentista. Mi padre siempre cuenta una anécdota, en la que iba con el abuelo al hotel Crillón, a elegantísimas fiestas. Mientras Don Elías tocaba el piano para toda esa gente encopetada, mi padre le daba vuelta a la partitura, previo patadón de aviso, ya que el triste niño se quedaba dormido. De mi abuelo materno heredé también música, pero sobretodo alegría. Mi papá Julio, como cariñosamente lo llamábamos, y el cual gozé hasta que tuve 10 años, tocaba el saxofón en una vieja orquesta de su pueblo, Motupe, llamada "Los Lazo Cumpa". Mi abuelo dejó la música por su vejez, pero siempre tarareaba los viejos boleros y movía los dedos, como presionando las llaves del saxofón, imaginando antaño las presentaciones con su banda.

Algo malo me ha sucedido hoy, pero no pienso rendirme por nada del mundo. Lucharé hasta el final, hasta que tenga ganas y deseos de triunfar. Lograré mis metas, sea como sea, y cumpliré mis sueños aunque muchos pongan trabas. Esforzarse y sacrificarse es la idea, y eso es para cualquier cosa que se quiera lograr.  No me verán caer, y aún me imagino sentado en mi consultorio atendiendo pacientes, solucionando problemas y dando diagnósticos certeros. Me imagino ayudando mucha gente, incluso hasta en docencia médica, jodiendo a los alumnos pero exigiendo mucho, como lo hacen conmigo. Y también me imagino con mi banda subiendo a un escenario importante, gigantesco, frente a muchísima gente y ver a todo el mundo corear y gritar tu música.

Si me dieran a elegir, sólo elegiría una cosa: Vivir.

1 comentario:

  1. Qué buena entrada para marcar tu retorno para estos lares blogueriles. Pues sí, la vida es muy dura, la universidad no es como la pintan y los amigos vienen y van. Lo más importante es que has decidido no rendirte y tirar para adelante, así debe ser siempre, así todo parezca perdido.

    Saludos y con fe!

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