miércoles, 17 de septiembre de 2008

Melancolía a escondidas


Al despertar y verla a mi lado entendí que habíamos pasado la noche juntos y no había sido un sueño. Miré a mi alrededor. Seis botellas vacías de cerveza y una de tequila casi terminada adornaban la mesa de noche. Me temblaba todo el cuerpo, estaba sucio y llevaba impregnado su olor. Afuera llovía fuertemente, con truenos y todo.

No recuerdo en que momento perdimos los papeles y empezamos a jugar a ser amantes. Ella me esperaba fuera de la casa, mojada por la lluvia y con el rostro melancólico. "Pasa" le dije. Llevaba horas esperando. Entramos al edificio donde solía vivir durante las vacaciones, con temor a que la casera vea que tenía una invitada. Sin embargo, contrario a lo que pensé, al vernos nos ofreció pan y queso. "¿Hace mucho frío no Camilo?" me preguntó en tono maternal. "Si doña Lupe" le dije, mirándola de reojo, como esperando todavía una reacción negativa. Devoramos lo que nos dio en un santiamén.

Ya en la habitación, dejó su bolso sobre el viejo escritorio y comenzó a secarse el cabello con mi chompa. El fuerte aguacero la había empapado por completo, y fue gracias a esto que pude delinear con la mirada su deliciosa figura. Presionó play en mi grabadora. Siempre escuchaba el mismo cassette.

"Como quien viaja a lomos de una yegua sombría, por la ciudad camino, no preguntéis a donde" carraspeaba Sabina.

La calle donde vivía era la más oscura de la ciudad. La lluvia solía formar riachuelos al borde de las destrozadas veredas. Los gatos eran las hadas de la noche, y las mañanas tenían la apariencia de ser tenebrosas tardes, espectros de alguien que fue y no volverá.

Entonces me abrazó por detrás y empezó a besarme el cuello con suavidad. "Quiero acompañarte, ¿por que siempre me dejas?" preguntó. "Lo mio es inexplicable, lo mejor es que sigamos nuestros caminos. Ya compré tu boleto. El tren parte pasado mañana, a primera hora" dije, denotando un poco de tristeza. Ella había sido mi compañera durante buen tiempo, pero siempre a escondidas, siempre bajo la sombra. Y terminamos haciendo el amor por última vez. "Sabes donde encontrarme" dije. "Lo se. Y es lo más triste de todo" dijo ella con amargura en su voz.

"Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría. Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía. Y en la escalera me siento a silbar mi melodía..."

Levantándome con cuidado y evitando despertarla, dejé durmiendo a Noelia en mi cuarto. Le rogué a la casera que cuide de ella y le de de comer. Llevaba una pequeña maleta, donde guardaba mi hábito, una vieja biblia que me regaló el rector del Seminario y la cruz de oro de la herencia familiar. Al año siguiente me ordenaba sacerdote. Con suerte llegaría a ser capellán de alguna parroquia o la mano derecha de alguien importante.
Con suerte, sólo con eso.

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Joaquin Sabina - Calle melancolía





8 comentarios:

  1. Oe acabo de leer y esta bien paja

    Buena

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  2. Justifica el ocio. Pero aún mucho camino por avanar. Animo. Saludos.

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  3. soltar todo y largarse....
    que fascinante
    volver al santo oficio de la veleta, desnudando la vida como un bergante, y soñando que un día serás poeta. ...

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  4. Es una falla generacional en los curas, si no son pedófilos son tramposos como cualquier futbolista.

    Saludos.

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  5. estuvo chingón.

    qué es "chompa"?

    de verdad te quedó mejor, ese detalle de que solo se escucha el mismo cassette, estuvo bueno.

    felicidades.

    nos leemos, que estés bien

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  6. Jaja concuerdo con Elmito!

    Me gusto niño, valio la pena leerlo!

    Y no t abandono, y no es que no lea tu blog =) por aca siempre ando :)

    Te quiero muuuucho!

    Pd1: Ando sin saldo, por eso no conteste el ultimo mensaje!
    Pd2: Me despertaste el sabado, aunque no lo creas, hay sabados que a las 12 de la noche estoy durmiendo!=)

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