Recuerdo mucho las tardes en casa de Joaquín, escuchando reggae y delirando cuando en su vieja grabadora sonaba "Movin" de Don Carlos. Recuerdo que nos poníamos a bailar como locos, tarareando la canción, imaginando que tocábamos; él batería, yo la guitarra, y fumando marihuana escondidos en su baño. Sólo teníamos diecisiete años. Y vaya que era un poco loca nuestra vida.
En especial mi vida. Solía beber con frecuencia y refugiarme en los brazos de insensibles mujeres que por unos billetes fácilmente se podrían convertir en tu esposa. Papá me daba mucho dinero, lo suficiente para hacerme pensar que su ausencia en casa se compensaba con mi elevada economía. Pero se equivocaba. En realidad sólo me estaba aniquilando más. Pero que más podía perder, me preguntaba a diario. Una vida sin sentido no es más que eso. Por eso poco me importaba mi salud, o los sentimientos de la gente a mi alrededor.
Las tardes, a la salida de la academia, Joaquín me esperaba en la esquina, listo para empezar nuestra auto destructiva faena. Si lográbamos conseguir un poco de cocaína sería un buen día. Luego iríamos a un parque, lejos de nuestras casas, sobretodo los de las urbanizaciones donde vive la gente "elegante", y empezaríamos a aspirarla toda. Quizá después vendrían prostitutas, más droga, o mucho alcohol. Llegaré tarde a casa y escucharé sollozar a mi madre, como todas las noches, sentada en la gran cama que papá compró cuando llegaron de su luna de miel, hace diecisiete años. Ella duerme sola desde hace mucho tiempo. Y ya no se si llora porque mi vida se está destruyendo o por las falsas promesas del hijo de puta de mi padre.
La noche en que todo se fue a la mierda estaba encerrado en mi cuarto, con la mirada perdida y la mente en otras galaxias. Los gritos de mis padres eran incesantes. Mi hermano se metió en la discusión y no tardó en recibir varios golpes de papá. Entonces, golpeó también a mi madre y se fue. No volví a saber más de él. Solo envía cartas y a mi en particular algunas fotos de su nueva familia, seguramente porque para él siempre fui su mejor hijo. Y es que yo jamás le recriminé algo, ni siquiera iba en su contra. Todo me daba igual con él, por lo que veía en mi a un aliado más que a un rival. Y desapareció con su dinero, sus propiedades, su trabajo y sus pedanterías que ya tenían jodida a toda la familia, menos a mi.
Joaquín me espera afuera. Le pedí a la enfermera que le haga pasar cuando termine de escribir este panfleto. Hoy me dan de alta y me llevará a su casa. La terapia de rehabilitación no ha sido exitosa. Las enfermeras y los médicos no pueden conmigo. Mi psiquiatra dijo que no sirvo para nada, perdió la paciencia. La cocaína que inhalaba a escondidas por las noches me reiteraba lo mismo. Saldré al mundo de siempre, la ciudad absorvente y las calles eternas de eterno divagar. Será más de lo mismo, más solo que nunca.
En especial mi vida. Solía beber con frecuencia y refugiarme en los brazos de insensibles mujeres que por unos billetes fácilmente se podrían convertir en tu esposa. Papá me daba mucho dinero, lo suficiente para hacerme pensar que su ausencia en casa se compensaba con mi elevada economía. Pero se equivocaba. En realidad sólo me estaba aniquilando más. Pero que más podía perder, me preguntaba a diario. Una vida sin sentido no es más que eso. Por eso poco me importaba mi salud, o los sentimientos de la gente a mi alrededor.
Las tardes, a la salida de la academia, Joaquín me esperaba en la esquina, listo para empezar nuestra auto destructiva faena. Si lográbamos conseguir un poco de cocaína sería un buen día. Luego iríamos a un parque, lejos de nuestras casas, sobretodo los de las urbanizaciones donde vive la gente "elegante", y empezaríamos a aspirarla toda. Quizá después vendrían prostitutas, más droga, o mucho alcohol. Llegaré tarde a casa y escucharé sollozar a mi madre, como todas las noches, sentada en la gran cama que papá compró cuando llegaron de su luna de miel, hace diecisiete años. Ella duerme sola desde hace mucho tiempo. Y ya no se si llora porque mi vida se está destruyendo o por las falsas promesas del hijo de puta de mi padre.
La noche en que todo se fue a la mierda estaba encerrado en mi cuarto, con la mirada perdida y la mente en otras galaxias. Los gritos de mis padres eran incesantes. Mi hermano se metió en la discusión y no tardó en recibir varios golpes de papá. Entonces, golpeó también a mi madre y se fue. No volví a saber más de él. Solo envía cartas y a mi en particular algunas fotos de su nueva familia, seguramente porque para él siempre fui su mejor hijo. Y es que yo jamás le recriminé algo, ni siquiera iba en su contra. Todo me daba igual con él, por lo que veía en mi a un aliado más que a un rival. Y desapareció con su dinero, sus propiedades, su trabajo y sus pedanterías que ya tenían jodida a toda la familia, menos a mi.
Joaquín me espera afuera. Le pedí a la enfermera que le haga pasar cuando termine de escribir este panfleto. Hoy me dan de alta y me llevará a su casa. La terapia de rehabilitación no ha sido exitosa. Las enfermeras y los médicos no pueden conmigo. Mi psiquiatra dijo que no sirvo para nada, perdió la paciencia. La cocaína que inhalaba a escondidas por las noches me reiteraba lo mismo. Saldré al mundo de siempre, la ciudad absorvente y las calles eternas de eterno divagar. Será más de lo mismo, más solo que nunca.
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Don Carlos - Movin